30 de marzo de 2011

El cántaro de Rodanas

Extracto obtenido de: http://www.ricla.org/cu_cantaro.htm "Proceso en Épila del año 1.688 ante el juez de la Villa don Francisco Domeneque a instancia de mosén Miguel Olivas, beneficiado de la iglesia de la mencionada villa."

El cántaro de barro con aceite


En el año 1667 vivía en Ricla Francisco Bedoya, hombre bueno, trabajador del campo, de escasos recursos económicos, que mantenía a su familia –constituida por mujer y seis hijos- dentro del círculo de miseria rural, sin encontrar para ellos el bienestar que constituía toda su aspiración.

Aquel invierno había conseguido reunir, con penoso trabajo de todos, dos talegas de aceitunas, producto de la rebusca (Los propietarios de los olivares, permitían que los más necesitados recogiesen las olivas que quedaban en los campos después de la recolección de la cosecha).

Una vez obtenido el aceite, Francisco, llenó un cántaro, que cuidadosamente cerrado puso en una talega, y con ella al hombro, acompañado de su hijo Bernabé, se encaminó al vecino pueblo de Salillas para tratar de vender el aceite. Pensaba que, con el importe obtenido de su venta, podría aliviar la aflictiva situación por la que pasaba toda la familia.

Ensimismado en sus pensamientos, tuvo la desdicha de tropezar y caer al suelo, y la talega donde iba el preciado líquido dio contra unas peñas, rompiéndose el cántaro y derramándose el aceite.

La fatalidad había arrojado al traste la ilusión y la ventura de un hombre, que se veía sumido en la desesperanza, al ver que la desgracia se cebaba en él de esa manera.

Francisco, era creyente y fervoroso devoto de la Virgen de Rodanas, y a Ella se encomendó, pidiendo amparo en aquella adversidad que dejaba a su familia en situación tan precaria.

Cual sería su asombro, cuando, después de invocar a la Virgen, al mover la talega para tirar los trozos del cántaro roto, vio que éste, estaba entero y lleno del valioso líquido. Ante semejante prodigio, el alma sencilla del devoto, se colmó de una extraña alegría que le hizo olvidar la misión por la que habían emprendido el viaje, y retornando padre e hijo a su casa, contaron al resto de la familia lo que les había acontecido.

En agradecimiento, prometió regalar para las lámparas del santuario el cántaro del prodigio lleno de aceite.

En cuanto pudo, cumplió su promesa, y así, la víspera del domingo de Cuasimodo del año 1668, llegó al santuario e hizo entrega al santero del cántaro ofrecido.

A la derecha de la imagen de la Virgen de Rodanas,
hay un un pequeño nicho con un cántaro de barro.
A partir de esta fecha, la noticia de los milagros realizados por la aplicación de este aceite, corrió como un reguero de pólvora por toda la comarca primeramente, y por todo el territorio nacional después, originando una corriente de peregrinos de toda España, que acudían con el propósito de verse sanados de sus dolencias mediante la unción del aceite maravilloso.

Según la tradición, este aceite curaba varias enfermedades: Roturas de huesos, quemaduras, ceguera, gota, etc.

A pesar de las unciones a los enfermos y el utilizado para reponer en las lámparas de la iglesia, el aceite del cántaro no se agotaba.

Duró este fenómeno hasta el año 1700, en que acaso, en castigo de alguna profanación del milagroso aceite, empleado con fines sacrílegos y siniestros, la Virgen agotó el saludable manantial.

Fuente: http://www.ricla.org/cu_cantaro.htm "Proceso en Épila del año 1.688 ante el juez de la Villa don Francisco Domeneque a instancia de mosén Miguel Olivas, beneficiado de la iglesia de la mencionada villa."

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